Sólo la mención de su apellido ya evoca la figura del rock star por excelencia. El gran dandy del rock de Los Angeles, el irrepetible Nikki Sixx, se ha forjado a lo largo de sus bien conservados cincuenta años una leyenda repleta de excesos, escándalos, sacos de dólares, groupies siliconadas y, sobre todo, dos cosas: muchas drogas y mucho rock n’ roll. Un nombre que no lo hubiera conseguido todo si detrás de esa super imagen no hubiera una de las mentes más inteligentes, retorcidas y brillantes de la historia de la música en general.
Cuando leas estas líneas, ya estará en las tiendas The Heroin Diaries, su esperada autobiografía. Como preludio, Nikki pone en marcha su nuevo proyecto Sixx:A.M., otra aventura en la que, al igual que antaño con 58 y Brides of Destruction, las referencias al sonido Mötley son inexistentes (fans más conservadores, críticos y cerrados de mente, absténganse de gastarse el dinero). El que, como yo, quiera dejarse empapar por un disco en el que las letras son lo más importante (una vida que se ha visto a las puertas de la muerte más de una vez), va a encontrarse con un James Michael que ha sabido poner muy bien voz a este delirio sónico de Sixx en el que todo cabe, y que no tiene reparos en ofrecer temas que deberían pegar el pelotazo en las emisoras americanas - “Tomorrow” o el single “Life Is Beautiful” – y que hasta pueden sonarte ligeramente “soundgardenizados”. Un álbum sin ataduras ni limitaciones ni autocensuras. No me esperaba menos.
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