The Quireboys han supuesto para mí una de esos grupos tocados por la mano de Dios a las que descubres con su primer álbum en plena adolescencia (hablamos de 1990) y te das cuenta, diecisiete años más tarde, de que fueron la banda sonora de tu vida.
Nadie como Spike ha sabido llevarme durante ese tiempo, a través de las entrañas de su inconfundible rock añejo y descarnado y esa voz tan personal suya, de los excesos etílicos de los temas más fiesteros de Quireboys a la madurez envidiable de su primer disco en solitario, Blue Eyed Soul, la maravilla de álbum -Flagrantly Yours- que se marcó junto a Tyla o aquel inolvidable Take Out Some Insurance junto a Darrell Bath y que sólo editaron en versión cassette. Mucha carretera ya para un trovador eterno que se supera de nuevo a sí mismo con un disco más íntimo que nunca, un trabajo que tiene más del Spike de corazón destrozado que de los Quireboys de “Sex Party”, que es otra vez una referencia contínua al gran lord del rock anglosajón, Rod Stewart, y que supone una estrella más a añadir en el currículum de una voz única, ya tan familiar y cercana, que el día que Spike muera agarrado a su botella de bourbon, os aseguro que va a ser como perder a alguien de la familia…
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