miércoles, 11 de abril de 2007

Transilvania: viaje a tierra de vampiros


Transilvania. Menciona este nombre cerca de alguien que en su vida haya ojeado un libro de geografía y pregúntale por este mítico lugar: tal vez te responda que, como la Atlántida o Lemuria, son territorios-fantasma, enredados en las lianas que unen la realidad y la leyenda. O probablemente te responda que es una república del centro de África o el decorado de las novelas de terror, real sólo en la fantasía de algún escritor del medievo. Aclárale entonces que no, que Transilvania es tan de carne y hueso como tú y como yo, que no es una nación sino una extensa región de Rumanía por la que han pasado ejércitos de diferentes nacionalidades y cuya posesión se han disputado a lo largo de los siglos Rumanía, Hungría y Austria, por no hablar de las masacres realizadas por los soldados del imperio otomano. Una de las regiones más emblemáticas de la Vieja Europa que, tras años y años bajo el regimen dictatorial de Nicolae Ceacescu y el aislamiento que supuso el comunismo, intenta abrirse poco a poco al turismo.

Hay un interesantísimo libro, Tras los pasos de Drácula de Fernando Martínez Lainez, que puede servir como excelente introducción a las entrañas de Rumanía y recomiendo como antesala del viaje. Tomando como excusa el seguimiento de la figura del mítico Vlad Tepes (Vlad Draculea), Fernando recorre el país de cabo a rabo, pasando por algunas de las poblaciones que marcaron la vida del sanguinario aristócrata, mientras aprovecha para meternos en la historia del país y el caracter de sus habitantes, aún traumatizados por décadas de abusos policiales y la crisis económica que azota a Rumanía desde hace bastante tiempo. Asi que es casi imprescindible que Lainez comience su andadura en la capital, Bucarest, para pocos días más tarde iniciar sus andanzas por la Rumanía rural y profunda. Y ahí es donde se enclava el inigualable paraje de Transilvania, el principal orgullo del país y una de sus más importantes fuentes de beneficios. La joya de los Cárpatos.

La capital de Transilvania es la pequeña ciudad de Cluj-Napoca (Claudiópolis en latín). De fuerte influencia húngara, muy presente en su arquitectura, algunos de sus puntos fuertes es el Palacio Banffy, de estilo barroco tardío, Sfäntul Mihail (San Miguel), la iglesia católica más grande del país, y el jardín botánico. E internándonos en lo que supuso la Valaquia Medieval, proseguimos hacia Targoviste , ciudad donde Vlad vivió (y gobernó), durante siete años y cuyo mayor atractivo es precisamente el palacio que habitó el conde, con su inconfundible Torre del Atardecer.

Sighisoara, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y muy probablemente lugar natal de Tepes, es la gran visita ineludible. Allí se encuentra el castillo de Bran , imitado y retratado en películas y novelas, aunque nunca llegó a quedar claro si fue residencia "oficial-oficial" de Tepes o se está explotando su lado turístico. En cualquier caso, el palacio (que ilustra la cabecera de este blog) no por ello deja de ser uno de los más bonitos del mundo ni pierde un gramo de su aura terrorífica y siniestra. Manteniendo su estructura medieval en muchos de los edificios y con la Ciudadela construida por los sajones en el siglo XII como punto álgido, la "temporada alta" de Sighisoara llega en el mes de Agosto, cuando se celebra el Festival de Arte y Teatro de la Edad Media. ¿Qué mejor sitio para que corran litros de cerveza rumana y los sabrosos mici, la receta nacional de carne?

El que busque bonitos parajes naturales, también los va a encontrar en Transilvania. Quizás uno de los paisajes más bellos los ofrece el Lago Rosu (Rojo), imán irresistible para turistas rumanos y húngaros, así como la región de Maramures , célebre por sus coloridos cementerios (entre los que destaca el Cementerio Feliz de Sapanta) e iglesias de madera.







Sinaia, la antigua residencia de verano de los monarcas, también contiene una de las imágenes más famosas de Transilavania: el castillo Peles, otra de las residencias de Vlad Tepes. Otros puntos de interés son el Monasterio, el castillo Pelisor y el teleférico que lleva a las montañas.



Otra de las ciudades medievales mejor conservadas es Brasov, segunda ciudad del país, situada a los pies del monte Postavaru y cuya mayor atracción es la Iglesia Negra (con sus 89 metros, es el monumento más alto entre Viena y Estambul). Desde allí, se puede hacer una rápida escapada al pequeño pueblo campesino de Rasnov, un idóneo final para el viaje a uno de los parajes más fascinantes de Europa del Este.

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