sábado, 31 de marzo de 2007

Las vidas de los otros

La calidad de una película- es mi opinión- la mayor parte de las veces no suele ir unida al reconocimiento en modo de premios, y más si estos son tan superficiales y poco creíbles como los Oscars de Hollywood. Pero también es cierto que, gracias al brevísimo reconocimiento del cine "no yankee" en la sección "Películas de habla no inglesa", muchos films que hubieran pasado sin pena ni gloria por las pantallas de USA lograron mayor repercusión gracias a sus nominaciones como mejor película extranjera. No hablo de directores como Almodovar, que tienen labrado ya un nombre en suelo americano, sino de cineastas mucho menos conocidos, la gran mayoría provenientes del celuloide europeo y brillantes en bruto esperando a ser descubiertos.

Hace unos años, en 1995 si no recuerdo mal, este galardón fue a parar a una de las mejores películas (holandesa) de todos los tiempos: Antonia's Line (que, sin embargo, pasó desapercibida por tierras españolas, una lástima). Desde entonces, debo reconocer que, teniendo muy en cuenta el gran peso comercial bajo el que se sienten presionados muchos miembros de la Academia a la hora de escoger candidatas, los últimos años el cine extranjero representado en Los Angeles ha sido de muy, muy alta calidad. Y el cine alemán, que ya en 2002 brilló con En ningún lugar de África, este año ha vuelto a dar la campanada con La vida de los otros.

Antes de la ceremonia, intento haberme metido entre pecho y espalda las cinco nominadas pero la verdad es que este año me pilló el toro y aún no he tenido oportunidad de ver After the wedding ni Days of glory. En cuanto a las restantes, El laberinto del fauno me pareció brillante, fiel retrato de la época más negra de este país nuestro y con un tándem Sergi López- Maribel Verdú impresionante. Agua era el fín de la trilogía conformada por Tierra y Fuego (imprescindibles ambas) de la directora Deepa Mehta,capaz de retratar como nadie la vida diaria de la India, pese a que su cine sea incomprendido por muchos (que lo califican de demasiado lento y simbolista) y venerado por otros tantos entre los que me incluyo (por su sensibilidad extrema). En este caso, se decidió por un tema candente y doloroso: el fin de la existencia (no física pero casi) de las viudas en la India tras la muerte de su esposo. No existen, no cuentan, no importan. Y si la tragedia te cae cuando acabas de cumplir ocho años, mucho menos. Una costumbre tan ajena a la sociedad occidental que probablemente le haya supuesto el alejamiento inconsciente de la ansiada estatuilla... en beneficio de La vida de los otros, que, todo sea reconocido, ha merecido el premio con creces.

Independientemente de todas las barbaridades que supuso el socialismo para los que lo vivieron en carne propia y huyendo de toda frivolidad, que no se me malentienda, es una pena que tan pocos occidentales, que entraban con cuenta gotas, hayan (hayamos) podido conocer la realidad del socialismo de primera mano. Pero siempre es bueno que, pese al paso del tiempo, películas como esta, Good Bye, Lenin o la injustamente infravalorada Memories of murder puedan mostrarnos de un modo tan fidedigno lo que suponía vivir bajo un control policial omnipresente, como el más mínimo movimiento en falso, en contra de las ideas del partido, podían dar al traste con años de dedicación y esfuerzo. Y es que entre otras muchas denuncias del sistema opresor de Europa del Este, hay una que sobresale sobre las demás y quizás se pasó por alto en el pasado: la mutilación cultural que trajo consigo el regimen socialista. Porque La vida de los otros es, sobre todo, la batalla entre la sinrazón y la violencia contra la literatura, la imaginación, el amor al arte, la libertad de expresión. Y lo hace centrándose en la vida de un poeta, un intelectual que se debate entre su amor a Alemania y el horror por ver en lo que ha acabado convirtiéndose su hogar, compartiendo la farsa que miles de artistas alemanes fingían ante el gobierno. Y, como en Memories of murder,nos adentramos en las entrañas de la maquinaria de Estado y su más efectiva herramienta, la cruel y temible Stasi, el servicio secreto alemán que cometió las más salvajes atrocidades con los "supuestos opositores al regimen". Y eso que, sin caer en morboseo fácil, la película no muestra escenas gratuitas de violencia, sino que se recrea en una tortura mucho más sutil pero efectiva: la presión. La presión constante, el control absoluto, que ya salpica en la primera escena (interrogatorio limpio, sin huellas, mortífero y, sobre todo, eficaz) y que no se despega durante las dos horas de metraje: vivir sin saber que otros saben cómo vives. ¿Qué te queda cuándo pierdes tu intimidad, la verdadera piel de un ser humano?




No hay comentarios: